E
n estos tiempos de crisis el titular del Kremlin acaba de conceder a un amplio grupo de altos funcionarios públicos y otros miembros de la élite rusa un gracioso privilegio, en el sentido que explica el diccionario respecto a las ventajas que se otorgan sin atención a los méritos del beneficiado, sino por gracia o parcialidad del superior.
A la luz de las injusticias que se sufren a diario y de los abusos que cometen los gobernantes en países como México, podría parecer un asunto menor que en Rusia los ministros federales, diputados, senadores, funcionarios de la oficina de la presidencia, jueces de las cortes Suprema y Constitucional, diplomáticos con rango de embajador, dirigentes de entidades de la Federación, funcionarios de primer nivel de la fiscalía general y comité de instrucción, entre otros afortunados, así como sus familiares, reciban los medicamentos que pudieran requerir gratis o, algunos de éstos, a mitad de precio.
Pero no lo es para los sectores más necesitados de Rusia, excluidos de lo que para ellos resulta indispensable, mientras para los favorecidos es sólo una prerrogativa más de su opulento estatus.
Una anciana enferma, por poner un ejemplo, que sobrevive con el equivalente de 159 dólares de pensión, más o menos el promedio en Rusia, salvo Moscú donde los jubilados obtienen 263 dólares por tratarse de la capital del país, pagar incluso la mitad del precio de un medicamento, que como es previsible se han disparado hasta las nubes, a veces, literalmente, es una cuestión de vida o muerte.
En cambio, quizá ningún privilegiado necesite esa ayuda, tomando en cuenta que los ingresos de la mayoría de éstos, sumando salarios y prestaciones, les alcanzan para vivir sin limitaciones y no son pocos los que perciben el equivalente en rublos de entre 10 mil y 15 mil dólares mensuales.
Sin embargo, el decreto presidencial 136, del 16 de marzo pasado, el primero que tiene, hasta donde puede saberse, carácter retroactivo y es válido desde el primero de enero de este año por si alguien conservara aún una receta de hace dos meses y medio, ofrece a los beneficiados la posibilidad de conseguir los medicamentos sin pagar un kópek o centavo.
La coartada oficial es que los pensionistas, así como los minusválidos y otras categorías de la población con escasos recursos, también tienen derecho a recibir gratis medicamentos. En teoría así es; en la práctica, al presentar la receta y los documentos que acreditan tal derecho, en las clínicas de distrito y en las farmacias lo único que obtienen es una disculpa por no tener el medicamento gratuito y, como opción, ofrecen uno similar y, por supuesto, costoso.
Este nuevo privilegio a la élite causó gracia, en el sentido irónico de cosa que molesta o irrita, en las redes sociales, pero pocos rusos tienen conocimiento de esta injusticia, ya que su única fuente de información –los canales de la televisión pública– prefirió no dar la noticia y, mucho menos, emitir una crítica.
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