En la sede del comité electoral del PT en el barrio de Ceilandia, en Brasilia, luce este mural con caricaturas de la presidenta Dilma Rousseff, quien este domingo buscará la relección; el gobernador de Brasilia, Agnelo Queiros, quien también espera relegirse, y el ex mandatario Luiz Inacio Lula da SilvaFoto Ap
Cartel de Marina Silva, candidata del Partido Socialista Brasileño, quien, según encuestas, ha perdido simpatía del electorado debido a la inconsistencia de su discursoFoto Ap
Eric Nepomuceno
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 3 de octubre de 2014, p. 33
Río de Janeiro, 2 de octubre.
En Brasil, a 48 horas de las elecciones generales que definirán presidente, 27 gobernadores, además de 531 escaños de diputados y de un tercio del Senado (27 senadores), hay una tensión palpable en el aire que alcanza niveles de descargas eléctricas cuando se observa la disputa –de resultados imprevisibles– para saber quién irá a segunda vuelta, que a estas alturas parece prácticamente inevitable, con Dilma Rousseff.
Marina Silva, la evangélica y ambientalista del Partido Socialista Brasileño (PSB), se enfrentará al neoliberal Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), en un combate que hace tres semanas parecía impensable. En ese periodo Silva bajó continuamente en los sondeos y encuestas electorales, mientras Neves logró recuperar terreno y acercarse hasta un virtual empate técnico.
En la historia reciente del país, solamente se vio semejante tensión en 1989, cuando disputaron la ida a la segunda vuelta Leonel Brizola, figura clave en la izquierda brasileña, y Lula da Silva. Contados los votos, Lula conquistó, por menos de 0.5 por ciento, el derecho a disputar (y perder, de manera contundente) la segunda vuelta con Collor de Mello, que dos años después sería el primer presidente brasileño en perder el puesto por corrupción.
Dilma Rousseff, pese a la fuerte carga de ataques a la que fue sometida no sólo por sus dos adversarios, sino también por prácticamente todo el conglomerado mediático brasileño, logró recuperar terreno firme y mantenerse como favorita. Marina Silva, que surgió como una especie de tsunami, llega a la recta final como una ola todavía ruidosa, pero con más espuma que agua. La figura mesiánica se deshizo gracias a su propia inconsistencia, a su incongruencia, pero también gracias a los durísimos ataques lanzados tanto por Rousseff como por Aécio Neves.
Su discurso vacío, más la prepotencia centralizadora que no logró ocultar tras su apariencia de beatífica fragilidad, crearon frustración en el electorado y disidencias serias dentro del partido que la abrigó. La que parecía firme alternativa a 12 años del PT en el poder perdió fuerza y cedió espacio a Neves.
El candidato del PSDB, un partido que de socialdemócrata tiene el nombre y nada más, tardó en reaccionar. Cuando lo hizo, fue mucho más en el vacuo del desplome de Marina Silva que por méritos de sus discursos. Llega a las vísperas del pleito electoral con posibilidades concretas de superar a la figura de su adversaria, contando con fuerte respaldo de los medios de comunicación, igualmente desilusionados con Marina Silva.
En ese confuso y muy volátil escenario, permanecen pendientes varias dudas que no quedarán claras antes del próximo lunes. Primero: si pasa Marina a la segunda vuelta, ¿contará con el respaldo de Aécio Neves y del PSDB? Y si ocurre a la inversa, ¿podrá Neves contar con el respaldo del PSB, donde, pájaro oportunista, se anidó Marina Silva? Además de 142 millones de electores, esa duda ronda la cabeza de los responsables de la estrategia de Dilma Rousseff.
Hasta la ultimísima hora, habrá algo de esperanza de que Rousseff logre una improbable, aunque posible, victoria en la primera vuelta. Si se considera, en los sondeos, solamente la cantidad de votos válidos, le falta a la actual mandataria nada más que escaso 3 por ciento del electorado.
Hoy viernes y mañana sábado son horas decisivas para los tres principales candidatos que disputan la presidencia (los demás no suman, juntos, más de 4 por ciento del electorado).
En las últimas cuatro semanas, Rousseff subió en dos y luego se mantuvo estable en las otras dos, con alrededor de 40 por ciento del total de votos (algo así como 47 por ciento de los votos válidos). Silva no hizo más que perder espacio. Y Neves, que permaneció estacionado en las dos primeras semanas, reaccionó con fuerza en las siguientes.
Si se recuerda que hace mes y medio Silva aparecía como favorita, por una diferencia hasta de diez puntos frente a Rousseff, en la segunda vuelta electoral se verá el tamaño aproximado de su desplome.
Para la actual mandataria resulta más cómodo enfrentarse a la ambientalista en la segunda vuelta. Por más que la adversaria logre acarrear parte sustancial de los votos obtenidos por Aécio Neves, no cuenta con una estructura partidaria suficiente para enfrentarse al PT y sus aliados. Ya Aécio Neves cuenta con una estructura aparentemente robusta, pero se enfrentará con las graves disidencias internas y, principalmente, con la fragilidad de sus propuestas y con el peso de una vuelta a los tiempos del neoliberalismo.
Rousseff tiene a su favor, además de los logros obtenidos a lo largo de los 12 años del PT en el poder, el peso formidable de su principal apoyador, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, la figura más luminosa del escenario político brasileño.
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