Juan Pablo Duch
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 8 de agosto de 2014, p. 33
Moscú, 7 de agosto.
Al declarar una suerte de guerra comercial, Rusia decidió prohibir, durante un año o hasta que cambie la actitud hacia este país, la importación de productos agropecuarios de Estados Unidos, la Unión Europea, Australia, Canadá y Noruega, en respuesta a las sanciones que le impusieron por su apoyo a los separatistas en Ucrania
, cuya prolongada crisis –no está de más recordarlo– no puede resolverse mediante ese tipo de presiones.
De acuerdo con el respectivo documento del gobierno de Rusia, dado a conocer este jueves en su página web, opera a partir de hoy el embargo para importar carne y derivados, frutas y verduras, productos lácteos, así como pescado y mariscos, procedentes de los países que quedan bajo las restricciones.
Estas medidas tienen un carácter eminentemente de respuesta. No queríamos llegar a este extremo. Confío en que en nuestros socios el pragmatismo económico se impondrá a consideraciones políticas mal concebidas, y esto los hará reflexionar y dejarán de amenazar y restringir a Rusia
, explicó el primer ministro Dimitri Medvediev.
Y agregó con la mirada puesta en el corto plazo: También quisiéramos restablecer cuanto antes los nexos económicos y comerciales a su nivel normal
.
La resolución gubernamental, sin embargo, no especifica si las sanciones rusas se aplicarán contra todos los países mencionados por parejo o si serán selectivas, como un día antes sugirió el presidente Vladimir Putin al hablar de la necesidad de introducir prohibiciones
y limitaciones
a las importaciones.
Mientras se aclara el alcance de la respuesta, en una primera estimación, tan sólo las empresas europeas –tomando en cuenta sus exportaciones a Rusia el año pasado– podrían sufrir pérdidas del orden de los 12 mil millones de euros (poco más de 16 mil millones de dólares).
Para unos rusos, estas medidas son un acto de dignidad y se corresponden con la práctica del Kremlin de contestar con reciprocidad a las sanciones contra Rusia, sea de manera directa o, como es este último caso, asimétrica. Consideran que ningún gobernante extranjero puede entrometerse en las decisiones que, les guste o no, compete tomar únicamente al presidente Vladimir Putin y toman cualquier sanción como afrenta personal.
Para otros, las medidas equivalen a darse un balazo en el pie, ya que los consorcios rusos también resentirán grandes pérdidas; algunas pequeñas y medianas empresas dedicadas por completo a importar productos de un determinado país (como, por poner un ejemplo, la Casa de España, que traía jamones, embutidos, aceitunas, aceite de oliva, etc.) podrían arruinarse, y desaparecerán del mercado gran variedad de comestibles que ya formaban parte del surtido habitual de los supermercados locales.
No faltan los empresarios
que, acostumbrados a violar la ley, ya se están frotando las manos por los resquicios que permitirán eludir la prohibición, por cuanto el espacio económico único, y la consiguiente supresión de aduanas entre Rusia, Bielorrusia y Kazajstán facilita rexportar
los productos proscritos, con tan sólo cambiar el país de origen en la etiqueta y otros trucos propios del quehacer mafioso.
Las medidas brindan una magnífica oportunidad para que entren con más fuerza al mercado ruso productos de países como México, siempre y cuando las empresas sepan reaccionar con la celeridad que el caso requiere. Hoy mismo se supo que la semana entrante comenzarán a llegar aquí fresas de Argentina y Brasil para sustituir las españolas, belgas, holandesas y de otros países europeos.
Las sanciones del Kremlin no afectan a dos de los productos que más gustan a la élite local: el vino francés, italiano o español y los quesos suizos, a pesar de que la Confederación Helvética tomó severas sanciones contra Rusia.
Y es poco probable que la mayoría de los rusos, sobre todo los que no viven en Moscú y otras grandes urbes, sufran por la ausencia de ostiones franceses, salmón noruego, langostas canadienses, pulpo español y otras delicias marinas fuera del alcance de su presupuesto.
En cambio, puede haber escasez en el mercado ruso, si los productores locales no son capaces de remplazar la importación de productos lácteos de los países bálticos y Finlandia, la carne de res de Estados Unidos, el puerco y el pollo de varios países europeos o frutas como las manzanas polacas o las peras belgas, por mencionar sólo algunos rubros.
Rusia se guarda bajo la manga la posibilidad de prohibir que aerolíneas de los países afectados por las restricciones agropecuarias sobrevuelen Siberia y otras partes del territorio ruso en sus vuelos hacia destinos asiáticos, lo cual les obligaría a buscar rutas alternativas más largas y, por tanto, más costosas para los pasajeros.
Desde Washington, al desestimar el gobierno de Barack Obama la decisión rusa, el subsecretario del Tesoro, David Cohen, consideró que el impacto en la economía estadunidense posiblemente sea insignificante, mientras en Bruselas, la Unión Europea se limitó a señalar que se reserva el derecho a adoptar medidas
contra Moscú tras la decisión claramente política
, indicó Frédéric Vincent, portavoz de la Comisión Euroea, reportaron agencias de prensa.
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