Elementos del batallón de Alta Montaña en el páramo de Sumapaz, en Cundinamarca, hace unos díasFoto Xinhua
De la redacción
Periódico La Jornada
Lunes 23 de diciembre de 2013, p. 33
Un programa encubierto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) ayudó a militares colombianos a asesinar a líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) durante los años recientes, en un programa de asistencia clandestina que también incluyó espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y fuerzas especiales estadunidenses, con autorización de, primero, el presidente George W. Bush a principios de este siglo y continuada en la presidencia de Barack Obama, según reporta el Washington Post.
El programa en Colombia es parte de un número selecto de iniciativas de inteligencia de Estados Unidos hasta ahora desconocidas por la opinión pública, ubicadas en países donde cárteles de la droga han generado inestabilidad, incluido México, reporta el rotativo. De hecho, la asistencia de inteligencia estadunidense a México es la más grande fuera de Afganistán, algo reportado anteriormente por el Post.
En su extenso reportaje de investigación basado en entrevistas con más de 30 oficiales activos y jubilados de Estados Unidos y Colombia, la periodista Dana Priest, del Washington Post, informa que el amplio programa clandestino, y hasta ahora desconocido, se financia con un presupuesto secreto que no es parte del Plan Colombia y otorga dos servicios claves en la guerra contra las FARC y el Ejército de Liberación Nacional: inteligencia en tiempo real para ubicar y cazar a líderes rebeldes y, desde 2006, un arma efectiva para matarlos: una tecnología de GPS que convierte una bomba de gravedad de 500 libras en una bomba inteligente
guiada con gran precisión para matar a un individuo si se saben las coordenadas de su ubicación, sin importar que esté en la selva.
En las nuevas misiones coordinadas por la CIA empleando inteligencia de la NSA, la nueva arma secreta y unidades colombianas capacitadas por fuerzas especiales estadunidenses, se logró matar a por lo menos 24 líderes rebeldes.
Una de estas misiones fue la que resultó en la muerte de Raúl Reyes, considerado el número dos en la jerarquía suprema de las FARC, en marzo de 2008, en territorio ecuatoriano junto a la frontera con Colombia. Aunque el avión colombiano se mantuvo sobre su espacio aéreo nacional, la bomba inteligente que lanzó cruzó la frontera. La justificación empleada fue el derecho de la autodefensa de Colombia ante fuerzas terroristas, estén donde estén; la misma que emplea la CIA para las misiones con drones contra fuerzas terroristas en países como Pakistán y Yemen. Sin embargo, el ataque detonó una crisis diplomática entre Colombia y Ecuador, y aliados como Venezuela y Nicaragua.
El papel estadunidense se fue ampliando durante la primera parte del gobierno de Bush vía el Plan Colombia, y para 2003 la presencia de Estados Unidos incluía 40 agencias y 4 mil 500 personas, entre ellos contratistas, todos trabajando desde la embajada de ese país en Bogotá, entonces la más grande del mundo hasta mediados de 2004, cuando le ganó la sede diplomática en Afganistán.
Al llegar Bush a la Casa Blanca, ya había dos directrices ejecutivas existentes –autorizaciones necesarias para el empleo de acciones encubiertas estadunidenses en el extranjero– una que permitía a la CIA operar contra organizaciones terroristas internacionales, y otra para acciones contra narcotraficantes internacionales. La directriz antinarcóticos había permitido a la CIA y a una unidad técnica del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC, por sus siglas en inglés) otorgar apoyo en la persecución del capo Pablo Escobar, muerto hace justo 20 años, y también permitió operaciones apoyadas por la CIA en Bolivia y Perú.
En el caso de Colombia, la CIA no puede participar directamente en operaciones, y tampoco militares estadunidenses, por medidas promovidas por el Capitolio. Según el Post, la iniciativa encubierta contra las FARC se inició en febrero de 2003. La CIA realizó un operativo (hoy día aún encubierto, y por tanto el Post no divulga su nombre) que estableció una Célula de Fusión de Inteligencia en la embajada estadunidense, desde donde se realizan las operaciones de ubicación y rastreo de movimientos de las FARC, ayudado con la intervención de comunicaciones por la NSA.
A la vez, comandos de JSOC iniciaron sesiones de capacitación con las fuerzas colombianas. A partir de ahí, el programa se enfocó en el liderazgo de las FARC, justo lo mismo que habían hecho la CIA y JSOC al otro lado del mundo contra Al Qaeda. Sin embargo, en un principio no hubo grandes resultados en términos de aniquilar el liderazgo, hasta 2006, cuando un coronel estadunidense, al evaluar la situación, tuvo la idea de armar las bombas inteligentes con una tecnología simple y no tan costosa.
Después de buscar el tipo de avión que se prestaba para esto, decidieron por los viejos Cessna A-37 Dragonfly, desarrollados primero por fuerzas especiales estadunidenses para uso en Vietnam y después empleados en la guerra civil de El Salvador.
Pero surgió un problema para los estadunidenses: la justificación legal de lo que en esencia era un asesinato con un arma precisa contra un individuo, lo cual está prohibido por la ley estadunidense. Lo resolvieron empleando la misma justificación que habían usado para el asesinato de líderes de Al Qaeda. El nuevo programa apuntó hacia su primera víctima: Tomás Medina Caracas, también conocido como Negro Acacio, abatido en septiembre de 2007. Siguieron por lo menos 23 más. Las misiones contaron con el apoyo clave de inteligencia de la NSA y en algunos casos, la presencia física de tropas de JSOC.
Hoy día, después de diezmar el liderazgo más alto de las FARC, los militares colombianos, con asistencia de la CIA y otras agencias, parecen estar atacando ahora a niveles medios de los rebeldes. Pero sólo matar no es suficiente, según expertos de contrainsurgencia, ya que es el caos y la disfunción que provoca matar al liderazgo lo que importa
, reporta el Post. Según un alto funcionario del Pentágono, las operaciones aéreas de este tipo han puesto boca arriba a la organización
de las FARC.
Según el gobierno colombiano, las negociaciones en Cuba con las FARC son el resultado de una campaña militar exitosa. A la vez, continúa la ofensiva contra los rebeldes.
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