H
ace ya unas décadas el Grupo Prisa, dueño del periódico El País, conglomerado cultural, ideológico y político, que cuenta con semanarios, editoriales educativas y literarias, periódicos deportivos, económicos, cadenas de radio y televisión, mantiene una línea, referente a la realidad latinoamericana, fundada en la calumnia y la infamia.
La publicación de una foto falsa del presidente Hugo Chávez entubado y en estado comatoso, en primera plana, cuyo pie de foto alude al secreto de la enfermedad de Chávez
, es complementada con una noticia en internacional bajo el titular La larga y oscura enfermedad del líder venezolano
. La decisión de publicarlo no es un hecho aislado. Es una acción de las muchas que despliegan en todas las redes del grupo. Noticieros, tertulias, programas de radio, televisión, editoriales periodísticas, ediciones de libros. Prisa cuenta con un elenco de académicos, comunicólogos, firmas literarias y personajes del mundo político que día a día hacen piña y confabulan en crear un lenguaje de la desestabilización informativa. Amparados en el rumor, la opinión, las vaguedades, los tópicos y el secreto profesional, construyen un imaginario en el que confluyen la descalificación, la tergiversación de los hechos y la manipulación informativa sobre gobiernos latinoamericanos.
Respecto a Venezuela son ya años, cuyos equipos dibujan un escenario de caos, violencia, ingobernabilidad, cuasi guerra civil, donde gobierna un autócrata. Como dato, sirva el tratamiento de las elecciones presidenciales de octubre, en el cual aseveraban que las encuestas daban empate técnico; ahora, remarcando la existencia de un vacío legal y de poder, al tiempo que hablan del secretismo médico sobre la enfermedad del presidente Hugo Chávez, tratada de manera obscena y sin ningún respeto. El que sí tienen cuando informan de la operación de cadera del rey.
En cualquier caso, no se trata de columnas de opinión cuyos colaboradores se ceban en insultos a gobernantes que no son del agrado de los accionistas del grupo. Es una línea editorial diseñada estratégicamente para sostener a sus aliados naturales. En México, Chile, Bolivia, Argentina, Colombia, Venezuela o la población hispana en Florida. Entre sus habituales invitados se cuentan el ex presidente de Chile Ricardo Lagos, el español Felipe González, el uruguayo Julio María Sanguinetti, el costarricense Óscar Arias y algún hijo de famoso, como Álvaro Vargas Llosa, o ideólogos como el mexicano Enrique Krauze o el venezolano Teodoro Petkoff. Todos, sin excepción, liderados por Juan Luis Cebrián, quien fue director jefe durante la dictadura del diario vespertino del movimiento: Pueblo, y posteriormente jefe de informativos de Radio Televisión Española en la última etapa del franquismo. Su fama le llega al ser nombrado director del naciente periódico El País, matutino abanderado de la reforma política e infatigable defensor de Adolfo Suárez. Así, oculta su pasado. Hoy, Juan Luis Cebrián recibe como pago a sus servicios a la monarquía un sillón en la Real Academia de la Lengua y de paso participa en el grupo Bilderberg. De gustos refinados, presume de ser un demócrata de toda la vida. Sin embargo, quienes lo conocen y lo han tratado saben que es un anticomunista visceral, y me consta de primera mano.
Pero volvamos a la inmerecida fama del periódico El País. En los primeros años de vida fue vocero de la derecha moderna, de quienes se sumaron a la tarea de reformar el franquismo. Sus avales fueron viejos falangistas. Dada la censura, la falta de libertad de expresión, su salida a la calle se tomó como el pistoletazo de salida a la libertad de prensa. En sus páginas escribieron destacados periodistas latinoamericanos: Gregorio Selser, poetas y escritores como Mario Benedetti, Julio Cortázar, Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez. Fue una bocanada de aire fresco. Eran otros tiempos. La guerra fría. El Grupo Prisa contó con ellos para proyectar una imagen hacia el continente de compromiso con las luchas democráticas en América Latina. Pronto se diluyó esta visión idílica, al poco tiempo se produjo la criba. A principios de los años 80 había apartado a los colaboradores y periodistas comprometidos, demócratas radicales y de izquierdas. El periódico miró a la derecha latinoamericana. Los intereses de Telefónica, Repsol, Iberdrola, Endesa, Santander, BBVA, se convirtieron en sus aliados. España buscaba la segunda colonización. El Grupo Prisa toma la delantera.
Con el PSOE en el gobierno, la amistad entre Polanco y Felipe González, convierte sus páginas en vocero propagandístico de sus políticas. En los años 90 muchas firmas, desilusionadas por la línea editorial que toma el periódico, se retiran. Entre otras, Antonio Gala, uno de los escritores más relevantes del siglo XX en España. Igualmente, Mario Benedetti decide no escribir más en dicho tabloide, al ver la deriva neoliberal que asume la dirección tras su polémica con Vargas Llosa.
El País ha publicado reportajes maniqueos sobre América Latina, en los cuales no hay una pizca de ética, buen hacer o responsabilidad profesional. Tras la edición de una foto falsa del presidente Chávez y de una información manipulada, lo menos que podría hacer su dirección, si le queda algo de dignidad, es producir el cese inmediato de su responsable de internacional o pedir su dimisión. Pero temo que no será ese el camino. Dentro de unos días volverá a las andadas. El País nunca se ha comprometido con las causas democráticas de América Latina ni lo hará. Su historia lo demuestra.
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